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Educación digital

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Educación digital: smartphones, redes sociales y menores

Tenemos un gran problema relacionado con la educación digital. La mayoría de familias piensan que cuantas más horas se trabaje el asunto en clase antes se calmará la tormenta perfecta que se está creando compuesta por menores, redes sociales y smartphones.


Ofrecer una educación digital eficiente no es dar un montón de horas de formación al alumnado. Las sesiones en las aulas necesitan una continuidad y una coherencia fuera de ellas para que tengan un impacto duradero y efectivo.


Me llama mucho la atención que las familias demanden muchas formaciones para el alumnado, pero sin embargo cuando desde los centos educativos ofrecen formaciones para las familias no acuda nadie, o lo hagan muy pocas.


Para que los menores aprendan a usar el mundo digital de forma segura y consciente es fundamental la educación, es imprescindible el ejemplo que reciben en casa, y sobre todo son necesarias normas básicas de uso desde que tienen contacto con cualquier tipo de pantallas: qué se puede ver o usar a cada edad, tiempos de uso, y lugares o momentos de uso. Parece paradógico que las familais no acudan a las formaciones que se les proponen cuando son ellas las que están pidiendo soluciones.


Estoy convencido de que las familias en su conjunto no son conscientes del riesgo real que implica el mundo digital para los menores, y tampoco ven el impacto que tiene lo que los menores ven y viven en casa en su comportamiento en el mundo digital y en la forma de usar la tecnología.


Muchas familias dicen que no tienen tiempo para ir a las formaciones, no lo niego, todos estamos muy ocupados, pero cuando grabamos las formaciones y desde los centros educativos se las mandan a las familias para que las vean en un periodo de dos semanas, la página web donde se alojan la grabaciones apenas tiene visitas. Aunque las familias digan que sí, este tema no es una prioridad real para la mayoría, generalmente por desconocimiento. Muchas familias piensan que ellas no tienen ninguna necesidad de formarse, que las demás no llevan bien el tema de la educación digital pero que ellas sí. Aunque ven un gran riesgo colectivo, son conscientes de que internet en una jungla y de que muchos menores están en riesgo, piensan que sus hijos no, que ellos están a salvo. Hasta que pasa algo grave y se dan cuenta de que a sus hijos e hijas también estaban en riesgo. Muchas familias piensan que con controles parentales está todo solucionado, algo que no es cierto, o que si sus hijos pasan de 6º de primaria a 1º de la ESO ya no hay tanto problema cuando en realidad el riesgo aumenta.


Otra razón por la que las familias se muestran reticentes a acudir a las sesiones que se les ofrece, es que incoscientemente saben que la educación digital implica una reflexión real del uso que los adultos hacemos de la tecnología, implica un cambio, y muy poca gente está dispuesta a hacerlo. La mayoría de adultos hace un uso excesivo de las pantallas y muchos tienen problemas reales de adicción. Como la adicción a las pantallas es funcional (permite vivir con relativa normalidad) y como está muy extendida, la hemos normalizado, pero es imposible ofrecer una educación digital adecuada a niños y adolescentes si las familias realizan un uso excesivo y si muchas de ellas son adictas a las pantallas.


Desde algunos centros educativos también “derivan” el trabajo de educación digital únicamente a agentes externos. Los centros educativos tienen mucho trabajo y una presión muy grande por parte de la sociedad para tratar todos los temas que van surgiendo. Además se les exige hacerlo sin cambiar sus condiciones laborales, sin reconocimiento y muchas veces incluso sin respeto por parte de las familias. Pero para que la educación digital sea eficiente, también se necesita una coherencia en los centros educativos, por ejemplo en las normativas de uso de dispositivos digitales, en el uso que los docentes hacen de su smartphone en horario de trabajo, en la forma de usar las cuentas de las redes sociales de los centros, con los contenidos que ponen en ellas…


Para que la educación digital sea eficiente, para que los menores aprendan a usar el mundo digital de forma consciente, además de formaciones específicas se necesitan normas básicas de uso y de comportamiento, ejemplos correctos de uso tanto en casa como en los centros educativos, y esfuerzos coordinados entre familias y profesorado. Ese esfuerzo debe ser liderado por las familias. Tienen que comenzar por ser valientes y hacer una reflexión de su relación con las pantallas. Solamente cuando las familias tengan una relación más sana con los smartphones, las redes sociales y el mundo digital en general podrán educar a los menores en su uso consciente y saludable.

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